sábado, 16 de junio de 2007

Corazones asfaltados

Cuarenta minutos bajo el suelo separan mi casa de mi facultad. Cuarenta minutos, que comparto cada mañana con ciudadanos anónimos que también fichan todos los días en el metro. Ellos, como yo, se despiertan con el chirriar del vagón contra las vías, los frenazos bruscos del conductor y los empujones más o menos intencionados. Sus caras hablan por sí solas.
A veces, se me antoja, que si Alguien, nos mirara desde arriba pensaría que somos pequeñas hormigas que desfilan silenciosas con su carga. ¿Qué carga lleva cada uno sobre la espalda? Imposible de saber. Aunque a veces me sorprendo a mí misma imaginándome cómo será la vida de mis compañeros de trayecto y con el tiempo he aprendido que con una simple mirada se descubren muchas cosas.
Un bolígrafo rojo en mano y unos papeles sobre la falda, revelan que el chico de delante es profesor. ¿Qué deben pensar de él sus alumnos? A mí lado, una chica se levanta para dejar sentar a una señora mayor. Más allá una pareja adolescente se funde en un beso sin final. Y yo me digo: ¿existe lugar más humano que el metro? Esta caja de hojalata donde se cruzan por un instante nuestras vidas.
Entonces pienso que desgraciadamente existe hoy una carga que todos compartimos: la sinrazón de unos pocos que recurren a la violencia para imponerse y siento que tengo delante los héroes de la democracia.

No hay comentarios: