lunes, 7 de mayo de 2007

Renovarse o morir

Divide y vencerás. Esta máxima bélica resume a la perfección la victoria de Nicolas Sarkozy en una guerra, la de las elecciones presidenciales francesas, que se ha librado en tres grandes frentes: la inmigración, el desempleo y Europa. Estratega infalible y guerrero infatigable, el candidato conservador ha sabido aprovechar las debilidades de Segolène Royal para hacerse con el poder.
El principal punto flaco de la aspirante socialista hay que buscarlo en su propio partido, ya que, la división interna que sufren los socialistas franceses ha provocado la caída de Royal en la recta final de la carrera hacia el Elíseo. Lo cierto es que Royal llegó a la campaña electoral sin estar totalmente recuperada de las heridas sufridas en las elecciones primarias de su partido y este desgaste le ha pasado factura. La aparición en juego de François Bayrou, seductor del voto centrista, y la astucia de Sarkozy han hecho el resto.
La elegante derrota de Royal, la tercera consecutiva de la izquierda, deja al descubierto un problema, el de crisis interna del partido socialista (PS), que la izquierda francesa arrastra desde hace tiempo. Tres son las principales corrientes que despedazan el aparato del PS: la derecha socialdemócrata representada por Dominique Strauss-Khan; el centro, encabezado por Hollande, y la izquierda ortodoxa del ex primer ministro Laurent Fabius.
Mientras algunos líderes socialistas se niegan a reconocer la necesidad de un cambio, otros dirigentes del partido se autoproclaman artífices de la inminente renovación. Todos parecen preguntarse qué queda de la izquierda de su juventud. Unos se responden que nada y admiten no sin dolor que ha llegado el momento de la socialdemocracia, otros, luchan por salvar las cenizas de un una ideología que ya se quemó.
Pero la realidad es que en la Europa del libre mercado el socialismo tradicional está condenado al fracaso y Francia no es una excepción. Sólo un partido de izquierdas renovado y cohesionado sin miedo a girar hacia el centro será capaz de plantar cara a un Sarkozy que ha venido para quedarse. Apostar unidos por la renovación o perecer en sus ideales, la izquierda tiene la última palabra.

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