martes, 19 de junio de 2007

Tic-Tac

Dos carreras, cuatro idiomas, un erasmus, algunas prácticas interesantes, y mucho esfuerzo. A mis 23 años mi CV se resume en esta línea y viene seguido de una pregunta: ¿Para qué? Las mujeres de mi generación llegamos con las pilas cargadas dispuestas a luchar por nuestra realización profesional pero miramos hacia arriba, a nuestras madres, hermanas, primas, cuñadas o amigas, que ya pasan la cuarentena, y vemos que todas (iba a decirla mayoría pero me he dado cuenta de que no hay ninguna excepción) renunciaron tarde o temprano a alcanzar el cenit en su carrera laboral para ser madres o dedicar más tiempo a sus hijos.
Unas optaron por la reducción de jornada, otras por cambiar de trabajo y algunas, aunque muy pocas, por dejar de trabajar (fuera de casa). Cuando les preguntas el porqué contestan al unísono: no compensa. Y si sacamos las cuentas concluiremos en que tienen toda la razón. Trabajar doce horas diarias, diez fuera de casa y dos en casa, en un puesto que frecuentemente les queda pequeño, a cambio de un sueldo normalmente inferior al de sus compañeros varones no es precisamente gratificante. Pero si además restamos del salario lo que cuestan al mes las canguros y las asistentas del hogar y sumamos los remordimientos derivados de la falta de dedicación a los hijos, la balanza se inclina claramente hacia un lado.

Un estudio de la London School of Economics, realizado en el 2003, concluyó que entre el 60 y el 70 por ciento de las madres en Gran Bretaña son lo que se conoce como “adaptive women”, mujeres, según el estudio, “preferirían en caso de tener niños, alterar sus modelos de trabajo para acomodarlos a las necesidades familiares.” Pero visto lo visto creo que sería más acertado denominarlas “reasonable women”, ya que, no creo que las mujeres cambien voluntariamente sus modelos de trabajo para poder conciliar la vida laboral y familiar sino que, tal y como está estructurada la sociedad actual, esta es la opción más razonable. No es que prefieran por tanto, sacrificar su carrera profesional, sino que se ven obligadas a ello.

Cuando me asalta el optimismo pienso que quizá las cosas hayan cambiado y que a lo mejor para las mujeres de mi generación la realización profesional no sea inalcanzable. Entonces hablo con una amiga y me explica que su jefe le ha preguntado si podía sacar a pasear a su perro. Al final el que se ha ido a pasear ha sido su jefe y mi amiga respira tranquila mientras anda en busca de otro trabajo. Esa puede ser la clave del cambio porque si nadie pasa por el aro quizá las empresas se planteen cambiarlo.
Hay que decir además, que no somos las únicas insatisfechas. Sólo hay que pensar en tantos padres que llegan por la noche a casa y sus hijos les tratan con indiferencia. Entonces pienso que el cambio no puede estar tan lejos. Mientras no llegue, seguiré temiendo el día en que mi reloj biológico empiece a hacer Tic-Tac o peor aún el día en que al mirar mi CV me pregunte: ¿Para qué? Y no encuentre ninguna respuesta.

sábado, 16 de junio de 2007

Corazones asfaltados

Cuarenta minutos bajo el suelo separan mi casa de mi facultad. Cuarenta minutos, que comparto cada mañana con ciudadanos anónimos que también fichan todos los días en el metro. Ellos, como yo, se despiertan con el chirriar del vagón contra las vías, los frenazos bruscos del conductor y los empujones más o menos intencionados. Sus caras hablan por sí solas.
A veces, se me antoja, que si Alguien, nos mirara desde arriba pensaría que somos pequeñas hormigas que desfilan silenciosas con su carga. ¿Qué carga lleva cada uno sobre la espalda? Imposible de saber. Aunque a veces me sorprendo a mí misma imaginándome cómo será la vida de mis compañeros de trayecto y con el tiempo he aprendido que con una simple mirada se descubren muchas cosas.
Un bolígrafo rojo en mano y unos papeles sobre la falda, revelan que el chico de delante es profesor. ¿Qué deben pensar de él sus alumnos? A mí lado, una chica se levanta para dejar sentar a una señora mayor. Más allá una pareja adolescente se funde en un beso sin final. Y yo me digo: ¿existe lugar más humano que el metro? Esta caja de hojalata donde se cruzan por un instante nuestras vidas.
Entonces pienso que desgraciadamente existe hoy una carga que todos compartimos: la sinrazón de unos pocos que recurren a la violencia para imponerse y siento que tengo delante los héroes de la democracia.

jueves, 14 de junio de 2007

En marxa

Es parla molt de la crisi de la premsa. Inclús, hi ha qui ha vaticinat que els diaris desapareixeran en 30 anys. És cert que internet i la premsa gratuïta han acaparat l'atenció de lectors que potser abans anaven amb el diari sota el braç. Però, és tan greu la situació com per parlar de la mort de la premsa escrita?
Penso que ens trobem en una fase de transició en la qual els mitjans s'han de reiventar per adaptar-se a una nova era de la comunicació. Dit això, jo no crec que internet i encara menys la premsa gratuïta facin desaparèixer la premsa de la mateixa manera que l'aparició de la televisió no va suposar la fi de la ràdio.
La clau està en què els diaris busquin el seu valor afegit, allò que ningú ofereix millor que ells i ho potenciïn al màxim. Així com el punt fort d'internet és la seva actualització constant, la premsa ha de saber trobar quina és la funció que només ella pot satisfer.
Jo crec que la supervivència dels diaris passa per aprofitar una circumstància que els diferencia dels altres mitjans i és que no estan sotmesos amb tanta intensitat a la dictadura de la immediatesa. Això fa que els diaris tinguin un marge superior de temps per analitzar la notícia i treballar els gèneres d'opinió i reflexió.
Actualment, on les notícies d'última hora ens arriben per tres mitjans diferents, no té sentit que els diaris es centrin en informar de les notícies que tothom coneix. En canvi, els diaris ens poden oferir coses molt més importants com poden ser: un article d'opinió escrit per un expert, un reportatge sobre un tema no estrictament d'actualitat o un bon editorial.
Si els diaris troben el paper que els toca desenvolupar en aquesta nova etapa de la comunicació no només aconseguiran superar la crisi sinó que en sortiran reforçats. Menys laments doncs i més rotatives en marxa.